La ventaja que
no sabemos aprovechar.
Escrito por:
Leidequer Duben.
Desde que tengo uso de razón he aprendido a sentir la
necesidad de muchas personas por ser feliz, no como un aperitivo o como
indumentaria para jornadas carnestolendas, sino como un desayuno completo que
no te haga pensar en almuerzo alguno o cena alguna. En fin, esa sensación de
que todo gire de acuerdo a las palpitaciones de tus sonrisas, felicidad plena
por la que debemos luchar, pero no una individual sino colectiva.
El aire pareciera estar también politizado, pues en la
mínima exhalación que hacemos nos damos cuenta que hoy en este 2012 es difícil
no involucrarse en la política, esa política que muchas veces desde muy jóvenes
nos daba la impresión del olor a excremento con tan solo hacer mención de ella,
esto motivado por toda la morbosidad con la que se aplicaba en aquellos años
cuando muchos jóvenes como mi persona cursábamos el quinto grado por no hacer
referencias más exactas en el tiempo, aquellos años en los que te vendían la
felicidad en trozos de pan apadrinados por un concurso: El Mr. Pacto de Punto
Fijo, donde solo concursaban los mismos para hacer lo mismo “Saquear, vender,
arrodillarse, masacrar, desaparecer, perseguir, reír del sufrimiento de los
demás” era como si el lema de los tres mosqueteros lo habían entendido mal,
transformándolo en “Todo para nosotros, nada para ellos” el (nosotros)
representados por burócratas racistas, por la plutocracia más rancia del país,
esa oligarquía a la que la palabra BOLÍVAR solo le era importante en papel
moneda, los (ellos) pues aquellos que comían la esperanza sin mantequilla,
aquellos que emigraban a los cerros buscando algún tipo de marginalidad
decente, aquellos que fueron obligados a existir para que otros pudieran
sentirse dioses gracias a los recursos también de aquellos marginados que,
desde sus ranchos con techos de cartón fueron condenados a pagar por disfrutar
de una sola función de una película tragicómica “Ver al rico hacerse más rico”
A veces rio y siento lastima cuando alguien señala al
Presidente Chávez de haber provocado división
entre nosotros los venezolanos y venezolanas, en política siempre hay
diferencias, quizás algunos hagan este tipo de comentarios ignorando que es
OBVIO que durante los 40 años de la llamada democracia representativa debía
nacer el odio desde un sector hacia otro, ¿Cómo no podría pasar? Si el límite
de tortura social es pequeño y así quedó demostrado aquel 27 de Febrero de 1989
cuando el pueblo dijo BASTA y salió a manifestar su repudio a ser excluido, su
rabia hacia el difunto Carlos Andrés Pérez
quien sin tener siquiera un mes de haberse instalado por segunda vez en
el Palacio de Miraflores expulsó toda su venenosa atracción sexual por Disney
World pretendiendo imponer un paquete netamente neoliberal cuya esencia era la misma
“Todo para nosotros, nada para ellos” por supuesto esa vez con mayor vileza y
fascismo, la orden era simple matar a todo el que se oponía a aquel mandato del
tío Sam, allí quedó un poco clara una de las perspectivas de todo un mar de
realidades sangrientas que continuaron cual efecto dómino.
Casi todo se basa en causa y efecto. La indignación por
aquellos inhumanos hechos de Febrero de 1989 siguió acrecentando las rabias de
uno pocos que llevaban como bandera la libertad de nuestro pueblo, acto seguido
llega uno de los días que en el cuadro del destino estaba subrayado con
resaltador, el 04 de Febrero del 1992, nacimiento de la revolución bolivariana
encabezada por Hugo Chávez, desde ese día en adelante supimos que la historia
venezolana estaba por cambiar y que los tiempos de flagelo del pacto de punto
fijo estaban por fallecer. Era evidente que toda aquella cúpula poderosa de la
derecha venezolana no estaba dispuesta a ceder sus espacios tan fácilmente,
sabían que si la revolución de Hugo Chávez y sus seguidores tomaban por
elección popular el Palacio de Miraflores buscarían los mecanismos para
arrebatársela inconstitucionalmente, vía golpe de estado, ejemplo los hechos de
Abril de 2002, donde demostraron una vez más que la vida es excremento cuando
su hambre de poder esta rugiendo, pero nuevamente Gloria al Bravo Pueblo por no
dejarse condenar por las avaricias de la oposición venezolana aquellos días
donde participó quien hoy es el abanderado de la oligarquía, Henrique Capriles.
Dos cosas pudimos notar entre todas estas trágicas realidades, 1. El golpe del
04 de Febrero de 1992 fue por el pueblo y 2. El golpe de Abril de 2002 fue
contra el pueblo.
Ahora bien, hecha esta síntesis, puedo entrar de manera
sencilla y contundente en lo que
significa “La ventaja que no sabemos aprovechar”. Son miles de factores que
definen a Henrique Capriles, candidato presidencial por parte de la derecha
venezolana como el desesperado anhelo de salir de Hugo Chávez y todo lo que
esté impregnado con el patriótico olor del padre Bolívar. Nuevamente me invade
una pena ajena por aquellos que vieron a este personaje como rival de la
revolución bolivariana y al mismo tiempo me embarga una profunda preocupación,
estamos dejando de lado esta gran ventaja que nos llena de una confianza que no
debe ser palpable, pues estamos obligados a dar la batalla a pesar que dicho ser
no sepa ni donde está parado. Es importante no darnos el lujo de que ganen
espacio alguno ya que es notorio que el esfuerzo que hace en su campaña no lo
hace con aspiraciones presidenciales sino posicionando a primero justicia ante
la caterva de sus partidos aliados para las elecciones de gobernaciones y
alcaldías, su reflejo mañanero le dice una y mil veces que su muerte política
tiene fecha, el 07 de Octubre del 2012.
Debemos ser agradecidos por el hecho que nos haya tocado
un candidato opositor tan perdido y ante tal ventaja tenemos que actuar
implacables, inexorables. Perder el control por la invencible investidura
guerrera del Cmdt. Chávez sería perder no solo la patria sino la esperanza
latinoamericana. Mientras la oposición mira al cielo perdida en la búsqueda de
un milagro que jamás llegará, nosotros nos obligamos a profundizar la
materialización de los 10 millones de votos, mientras la oposición se infesta
de traidores, nosotros seguimos comprometidos con la descolonización de las
mentes, dándoles independencia a nuestros pensamientos que no son más que el
blindaje impenetrable de esta lucha. Allá en aquella acera del frente la derecha
con su majunche y sus planes subrepticios, fascistas y sedientos de sangre ante
la eminente derrota que les viene. Acá, nosotros activando los puestos de
batallas con nuestros patrulleros y nuestras patrulleras desplegados casa por
casa llevando los 5 grandes objetivos planteados en la propuesta del candidato
de la patria para el periodo 2013-2019.
La ventaja que no sabemos aprovechar es que Capriles y
compañía no están aptos para darles una buena campaña a sus seguidores y es
allí donde debemos atacar con estrategias bien estructuradas para convencer a
cuantos podamos de unirse como un soldado más en la construcción de una patria
socialista. Así que no sean inhumanos, si tienen alguna propuesta que sirva
como chaleco anti-golpe para dicha ventaja no la desechen, plantéenla, pues no hay tiempo y
tenemos que valorar la esencia de la barrera del no retorno.
Chavéz no tiene rival y yo soy su aliado... Hasta la
Victoria Siempre…
UN MILITANTE ¡¡¡ DE JOSE PABLO FEINMAN ¡¡¡
ResponderEliminarUn militante cree en la solidaridad social. No es un individuo en el pobre sentido que del individuo tiene el liberalismo burgués. Sabe que su individualidad se realiza en el grupo. Su incorporación al trabajo, a la producción, a su grupo de pertenencia, a su clase social, lo incorpora a la solidaridad, al compañerismo, a la amistad sincera. Para decirlo claro: lo humaniza. Un militante es un ser en constante proceso de humanización. Su militancia lo hará mejor padre, mejor hombre de su mujer, mejor amigo de sus amigos. Sabe que habita este mundo para luchar junto a los demás, no para usarlos. El militante respeta el trabajo. No porque sea un sometido, sino, porque sabe que en el trabajo está su poder, su organizatividad y el sentido final de su militancia: la justicia social. Y también porque sabe que por fuera del trabajo, no sólo está la miseria económica, sino la otra: la social y la humana. La que hará de él un apartado, un egoísta, un resentido y hasta un delincuente. El militante, cree en una verdad que lo trasciende y da sentido a su vida. Esta verdad es su ideología, la ideología que comparte con sus compañeros y expresa su lucidez. La ideología que hace de él un sujeto y no un objeto de la historia. La ha amasado, a esta ideología, durante años, la ha padecido, la ha cuestionado, la ha asumido cotidianamente. Porque cotidianamente intentan quitársela, se la oscurecen y deforman desde las pantallas de la TV o desde las radios. Aparecen allí, frente a él, en su hogar, hombres cultivados, con buenos modales, racionales hasta el asombro y vértigo, implacables, que le dicen que no, que está equivocado, que todo está bien, o que todo está mal, pero que, en todo caso, nada está como él cree. ¿Cómo lucha contra toda esa insidiosa verborragia? Hablando con sus compañeros. Buscando la verdad donde está: en el grupo. Porque cuando los militantes son esto, militantes, y están unidos por sus intereses comunes, la verdad es una tenaz corriente eléctrica que los recorre y los une aniquilando el discurso del enemigo. Porque es cierto (según postula un diabólico axioma del pensamiento autoritario) que mil repeticiones hacen una verdad. Pero no es menos cierto que mil repeticiones pueden también aburrir, transformarse en un sonido apenas desagradable y persistente. En suma inaudible. El militante es un hombre que tiene una razón para vivir.